lunes, 14 de julio de 2008

El Reiki y la Medicina Holística

La primera reacción en la que podemos pensar en presencia de una disciplina "nueva" es la desconfianza: en el curso de los últimos años, se ha asistido a la proliferación (y muy a menudo a la desaparición rápida) de técnicas y de métodos más o menos ocultos, y sobre todo más o menos valiosos, correspondientes a lo que se ha convenido en llamar ciencias alternativas.

Si, por una parte, se trata de un signo innegable de la afirmación de una mentalidad más abierta y menos dogmática -y ello contribuye a pensar el advenimiento de una nueva Era para la humanidad-, no es menos cierto que esta tendencia ha propiciado importantes fenómenos especulativos.

En primer lugar, hemos de decir que el Reiki no tiene nada que ver con todas las modas de estos últimos años. Incluso su forma actual fue establecida a fines del siglo pasado, y podemos encontrar sus orígenes en ciertos sutras budistas que datan de aproximadamente el siglo V antes de Jesucristo.

Pero... ¿qué es el Reiki? Reiki es un término japonés (la pronunciación correcta, no utilizada prácticamente nunca en Occidente, es leiki) compuesto de dos términos, REI y KI. Ambos se refieren a la energía universal, la cual ha recibido numerosos y diferentes nombres en las diversas civilizaciones actuales y pasadas:

CHI para los chinos,
PRANA para los indios,
ENERGÍA ORGÓNICA para Wilhelm Reich,
ENERGÍA BIOPLÁSMICA para los investigadores soviéticos, que fueron los primeros en fotografiar un aspecto de ella con su Cámara Kirlian, etc.

La diferencia entre estos dos términos es la de que REI indica el lado universal y unitario de la energía, mientras KI expresa su manifestación más específica en el seno de todo ser vivo.

Tenemos los canales energéticos sobre los que actua la acupuntura, los que denotan las placas estudiadas por Giuseppe Calligaris, la energía presente en los chakras y canalizada por el kundalini yoga, la desarrollada y amaestrada por disciplinas como el Aikido y el Tai Chi Chuan... Una vez mas, podríamos continuar esta enumeración durante mucho tiempo, pero creemos que los ejemplos que acabamos de dar bastan para traducir la universalidad de nuestro asunto. Resumiendo, digamos que el Reiki establece la armonía entre la energía personal y la energía universal.

Aparte de estos ejemplos que acabamos de mencionar, puede decirse que todas las grandes civilizaciones desarroladas en el curso de los siglos han establecido bajo diferentes formas la existencia de esta energía universal, más recientemente sobre el plano filosófico y, en la Antigüedad, bajo la forma de un conocimiento esotérico y de los Misterios transmitidos en el marco de las diversas sociedades iniciáticas.

Paralelamente, se ha perpetuado el conocimiento de las técnicas de curación, y podemos encontrar por todas partes las huellas de esto: del Egipto antiguo a las tradiciones amerindias, de los esenios a los rosacruces, etc.

Siguiendo con esta cuestión de la Energía universal, también las investigaciones científicas recientes, como muchos otros dominios, han comenzado a aproximarse a las tradiciones esotéricas. Citemos por ejemplo, la teoría de la supergravitación, uno de los más recientes desarrollos de la física cuántica. Esta teoría se apoya sobre la existencia de un campo energético perfectamente equilibrado y autosuficiente, un campo unitario y universal que actua como arquetipo de las manifestaciones concretas de la materia. No nos hallamos tan lejos de la Energía universal de la que hablamos a propósito del Reiki.

Realizando esta armonía entre la energía individual y la universal, el Reiki permite, entre otras cosas, desencadenar un proceso global de curación natural; ciertamente, esta "rearmonización" con la realidad no significa solamente una solución a los problemas físicos o emocionales. Significa asimismo que volvemos a encontrar el sentido más profundo de la existencia, y que aprendemos a aceptar y a interpretar todos los sucesos que se producen. Todo esto es particularmente precioso en el mundo occidental, que desde hace mucho tiempo se ha habituado a razonar de forma analítica, descomponiendo, seccionando e interpretando los diferentes elementos sin tener en cuenta la situación global de la que forman parte.

La visión que se deriva del enfoque del Reiki es, por el contrario holística, global: no hay sino una sola y única Realidad, más allá de sus diferentes manifestaciones aparentes en el espacio y el tiempo, y nosotros somos parte integrante de ella, una parte carente de privilegios.

Nuestro cuerpo, nuestro espíritu, nuestra conciencia no son sino aspectos, facetas de este conjunto, un poco como los pequeños puntos que forman las fotografías reproducidas en los periódicos y que no tienen importancia más que por su relación con la imagen a la que pertenecen.

Es también por ello que se dice que el Reiki sólo puede manifestarse a través del amor: en efecto, si comprendo perfectamente que mi prójimo y yo mismo no formamos sino un solo ser, no puedo evitar amarle como a mí mismo, pues, a fin de cuentas, mi prójimo es yo mismo.

El Reiki propone al individuo ser un canal, dejar pasar la energía a través suyo para que llegue allí donde sea particularmente necesaria. A este respecto, el Reiki es muy simple: carece de toda noción compleja que asimilar o comprender, pues esta experiencia concierne antes al corazón que al espíritu. Lo único que se exige es la disponibilidad; tras la apertura de los canales energéticos efectuada a la salida de las cuatro iniciaciones, el resto sucede de forma muy natural.

En fin, si conseguimos acceder a la escucha de nosotros mismos, bastará seguir nuestra intuición y "dejar hacer a las manos" sobre el cuerpo del paciente, allí donde la energía sea particularmente necesaria. Y eso no es todo: numerosas observaciones experimentales han demostrado que una vez que ha entrado en el cuerpo la energía, se dirige espontáneamente al lugar en el que hace falta, un poco como un líquido que se adhiere de modo natural a las paredes del recipiente que lo contiene.

Lo único que podemos pretender hacer es tratar de ayudar, de favorecer el proceso de curación que está en curso, pero sin olvidar nunca que no somos sino un instrumento y que, en consecuencia, el papel de nuestro ego es de todo punto marginal.

Giancarlo Tarozzi

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