-A las personas que se sienten bien, pero quieren estar aún mejor: hacerse bien a sí mismas, relajarse, aumentar su nivel de conciencia y disfrutar de la vida diaria.
-A las personas que desean hacerse cargo de su propia salud y prevenir posibles problemas.
-A las personas hipo o hiper-emotivas, deprimidas, depresivas, con problemas de ansiedades, convalecientes, traumatizadas, que atraviesan un cambio de situación, que tienen problemas psíquicos, que viven una mala racha.
-A las personas que sufren síntomas físicos crónicos o agudos de la naturaleza que sea; a quienes tienen enfermedades degenerativas como complemento de terapia.
-A los moribundos, a los que han perdido a un ser querido, a las personas que los acompañan.
-A los médicos, a los profesionales de la salud, de la paramedicina o a quienes realizan funciones asistenciales.
Una cura reiki dura, por término medio, entre una hora y hora y media. Empieza con un breve diálogo en el que el paciente habla de sus cuidados y el sanador de su método. Después se pasa a la imposición de las manos.
El paciente no tiene que hacer nada especial, salvo estar atento a sí mismo, a su cuerpo, a sus pensamientos y, llegado el caso, a las imágenes que pueda ver, a las asociaciones o recuerdos que le sobrevengan; puede compartirlos con el terapeuta o guardarlos para sí mismo.
El terapeuta, que se ha preparado para la sesión mediante un autotratamiento o cualquier otra actividad susceptible de ponerle a disposición del reiki y de su paciente (mediante ejercicios de Chi Kung, relajación, esencias de plantas Aura-Soma, etc.) se abre en su corazón, en su cuerpo y en su espíritu al reiki, fuente de toda vida, y deja fluir esta fuerza a través de sus manos, y luego hacia el cuerpo de la persona a la que está curando.
El terapeuta deja de lado sus consideraciones personales y se instala en una dimensión de conciencia neutra.
La persona que recibe el reiki puede reforzar los beneficios de la cura con una actitud receptiva y consciente (aunque no es totalmente imprescindible, sí que es aconsejable, como ocurre también en los tratamientos convencionales. £©ƒ)
Los efectos del reiki se pueden percibir como un calor intenso, una vibración, o un movimiento de energía. A menudo, como efecto inmediato, el mal se atenúa, o símplemente se tiene una sensación de bienestar, de relajación, de calma o de felicidad que se derrama por todo el cuerpo, y de forma más específica, en las regiones en las que el sanador coloca las manos, o en aquellas que presentan el síntoma.
Esta distribución de la energía se hace automáticamente: está generada por la inteligencia innata del reiki y del organismo humano. Es aconsejable que reciba cuatro sesiones realizadas en cuatro días consecutivos, organizadas según las posibilidades de las dos partes. Esta aportación intensiva de fuerza vital desde el principio es útil y necesaria para desbloquear los hábitos energéticos y psíquicos antiguos que hacen que la enfermedad siga ahí.
El sistema de autocuración que la naturaleza ha implantado en nosotros se estimula de forma que pueda corregir o recuperar sus funciones de cara a una curación. A continuación, según la evolución de la situación, se convendrá en el número apropiado de sesiones semanales.
Al abrirse a esta dimensión, al dejarla derramarse por el interior de sí mismo e instalarse poco a poco en su vida diaria, el paciente atraviesa un periodo de transformación profunda.
La estimulación energética y la aceleración vibratoria producidas al aportar reiki sobre los cuerpos sutil y físico, ponen en movimiento, lentamente, las tensiones que inhiben a los tejidos y los órganos de realizar sus funciones vitales, y liberan del nivel de insconsciente los residuos emocionales que mantienen esas tensiones en su lugar.
La memoria celular y la memoria inconsciente liberan sus informaciones brindando, entonces, a la conciencia la oportunidad de percibirlas y revaluarlas.
Las penas de antaño, los sufrimientos antiguos, las falsas creencias se alejan del hombre gracias a la luz del reiki: así la vida se derrama en creciente abundancia en el seno del ser, que luego podrá disponer de él en favor de su bienestar y del bienestar de otros.
Este proceso de curación no es necesariamente agradable, pero sí incontrovertible. El organismo tiene que empezar expulsando lo que lo perjudica para dejar limpio el lugar si quiere crecer de nuevo en algo.
Autora: Chinta B. Strübin
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